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El Maíz Transgénico, Glifosato Y El TLCAN

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Visión Intercultural

fjrmay@hotmail.com

El 13 de febrero, 2023, se publicó en el Diario Oficial el Decreto por el que se establecen diversas acciones en materia de glifosato y maíz transgénico. Lo hizo el Poder Ejecutivo a través de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, en el contexto de la discusión que los Estados Unidos tiene con México sobre la posición mexicana de no comprar maíz transgénico. México es el principal importador de maíz de nuestros vecinos del norte, invirtiendo el año pasado cerca de cinco mil millones de dólares; el maíz es producido con tecnología que usa glifosato y semillas transgénicas.

Estados Unidos había pedido a México que respalde científicamente la decisión de no importar maíz transgénico, la fecha establecida por ese país venció el 14 de febrero.

El Decreto del 13 de febrero fue diseñado para aclarar algunos puntos que despertaron la inconformidad de los vecinos con respecto a su anterior versión del 31 de diciembre de 2020, pero manteniendo el principio de protección al maíz nativo y la salud de la población.

El nuevo Decreto modifica la fecha límite para poner fin a la adquisición y uso de semilla de maíz transgénico para forraje e industria prevista originalmente para enero de 2025. También determina que el veto es solo para el maíz de consumo humano (masa y tortilla). Asimismo, en su Art. 4, señala el 31 de marzo de 2024 como la nueva fecha límite para que se lleve a cabo un periodo de transición para el desarrollo y escalamiento de las acciones, previstas ahí, que conducen a la eliminación del glifosato. El Art. 6 claramente señala que en México no debe usarse semillas de maíz transgénicas, para fines de producción, y el Art. 7 mandata a todas las dependencias y entidades federales para llevar a cabo acciones conducentes a sustituir gradualmente el maíz transgénico, usado en los animales e industria, por maíz no transgénico

La información disponible no deja claro si México entregó la información científica solicitada por los Estados Unidos, pero todo parece indicar que la decisión de evitar el uso del maíz transgénico para consumo humano no debería afectar el comercio de ese producto con los vecinos del norte. Este razonamiento descansa en la premisa de que internamente somos autosuficientes en producción de maíz para consumo humano, principalmente el de color blanco. ¿Es correcta esta premisa?

Los datos de producción y consumo de maíz muestran que no todos los estados en México son autosuficientes en maíz. La península de Yucatán está en ese grupo. En Quintana Roo, hoy no solamente no hay suficiente producción para alimentar los casi 2 millones de habitantes fijos, sino que hay que considerar a la población flotante por turismo o visitas de trabajo; esto es no menos de 20 millones más de bocas que necesitan comer.

El reto que plantea el Decreto del 13 de febrero es enorme. Y si consideramos el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la emigración de personas del campo a las ciudades, el abandono de parcelas, la pérdida de conocimiento y la falta de atención al campo, así como la altísima dependencia en tecnologías externas (muchas no amigables con el ambiente), falta de interés en las nuevas generaciones para trabajar en el campo, pobreza en el campo, y un largo etcétera, el escenario no es nada halagüeño. Se tiene que hacer algo, pronto y bien.

¿Qué alternativas se pueden llevar a cabo pronto? Por un lado, se puede y debe revisar el papel, capacidad y potencial de las carreras dedicadas al campo. No sería sorprendente encontrar que se necesita impulsarlas desde varios puntos de vista: capacitación, articulación, incentivos, evaluación, compromisos, pensar en personas capaces -con formación y experiencia- liderando los procesos, tejer redes de colaboración intra-interinstitucionales y con organismos internacionales, entre otros.

También, aprovechando el espacio para insistir, hay que voltear la mirada a la agroecología. Q. Roo y la península de Yucatán tienen un alto potencial para su desarrollo e incluso escalarlo a niveles de formación de recursos humanos que incluya desde capacitación de campesino a campesino hasta doctorado. La investigación de alto nivel es indispensable para entender y atender adecuadamente los retos presentes y futuros en materia de alimentación. Y no tiene que ser una sola institución que lo haga, se puede formar un equipo interinstitucional que tenga la responsabilidad de responder adecuadamente a las necesidades de desarrollo de su región, estado y país.

Es cuánto.

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