*La cosa es la política.
En política, los vacíos de poder no existen: alguien los llena.
Y en Morena, tras el “verano negro” que exhibió a familias enteras del oficialismo, la gran ganadora es Claudia Sheinbaum. Con paciencia, disciplina y estrategia, la presidenta no solo ha consolidado el gobierno, sino que también ha comenzado a tomar las riendas del partido que durante años orbitó en torno a López Obrador.
La purga de los López, los invitados al partido por AMLO , aliados de conveniencia abre paso a una nueva etapa donde Sheinbaum se coloca como el rostro indiscutible del movimiento. Ya no hay tutelas ni sombras; la jefa política del país ha logrado desplazar a quienes se sentían dueños del capital electoral de Morena, demostrando que la lealtad verdadera se mide en resultados, no en apellidos.

Con figuras como Luisa María Alcalde, los Batres y el resurgimiento del grupo Bejarano-Padierna, Sheinbaum ha tejido una red de operadores útiles y disciplinados que garantizan control territorial y estructura de partido. Pero la victoria mayor es simbólica: Morena dejó de ser “el partido del presidente” para convertirse en el instrumento de una nueva lideresa que entiende que el poder no se comparte, se ejerce.
El botín inmediato está a la vista: la repartición de candidaturas para 2027. Gobernaturas, congresos y alcaldías estarán bajo su sello. La purga, lejos de debilitar al partido, lo disciplina y lo reordena a su favor.
Claudia Sheinbaum no solo gobierna, ahora también conduce el partido. Y en ese doble rol, se empodera como la mujer que está marcando el rumbo de la política mexicana. El tablero ya no tiene piezas sueltas: tiene una dueña, y se llama Claudia.
Veremos que gobernadores, tendrán jugada. En este tablero político.



