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EL PORQUÉ DE UN MAYOR PRESUPUESTO

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Durante este año 2023, que incluyó la mayor parte del primer año de ejercicio gubernamental de Mara Lezama Espinosa como gobernadora de Quintana Roo, pudimos observar que, a pesar de que las —por obvias razones— más resonantes obras, como el emblemático Tren Maya del presidente Andrés Manuel López Obrador, fueron de inversión directa de origen federal —eso sí: con una no despreciable colaboración del Gobierno del Estado—, la infraestructura y servicios ejecutados con recursos estatales constituidos por la recaudación doméstica y otros ingresos, o los previstos en el presupuesto asignado a la entidad, con participaciones, ramos y demás, permitieron avances o sostenimiento, pero muy pocas veces retrocesos.

Hay que señalar que lo anterior no sucede en otras latitudes del país e incluso en el dominio federal, donde las políticas económicas, que arrojan resultados nominales más o menos satisfactorios en crecimiento del PIB, tipo de cambio e inflación comparativa a nivel mundial, al interior dejan mucho que desear a mediano y —sobre todo— largo plazos, y pudieran ser, según los analistas no orgánicos, incluso catastróficas.

En Quintana Roo, el equilibrio entre ingresos y egresos es sano, pues aunque sabemos que el dicho de que el refinanciamiento no es deuda es en verdad tan solo una proposición políticamente correcta, ésta se está utilizando oportunamente, en condiciones ventajosas, con base en calificaciones financieras muy bien trabajadas y consecuentemente mejoradas, además de que se aplicó estrictamente como una necesidad para mejorar el rendimiento del estado como economía y —en la jerga de la Cuarta Transformación— en beneficio del pueblo. Los críticos de Lezama, insólitamente, luego de su informe de gobierno prácticamente se quedaron sin material para la desaprobación, aunque un puñado no dudaron en suplir esta con la invectiva, que como tal resultó poco creíble. Sin embargo, las condiciones para el ejercicio 2024 son muy distintas y hay por lo menos un par de razones para ese sospechosismo que aquel clásico nos legó en forma de adverbio para aderezar, dotando de alegres y vistoso colores, al aburrido discurso de la realpolitik, al menos por dos razones concatenares: el 7 de julio se celebrarán elecciones generales, concurrentes con locales diversas en muchos estados del país y termina el sexenio de López Obrador.

En Quintana Roo, desde luego, se votará por presidente de la república, amén de senadores y diputados al Congreso de la Unión; se elegirán senadores, amén de que pudiera haber más, por la que en este caso es una muy extraña vía de mayoría relativa, pues nunca se ha sabido a quienes representan los plurinominales en el recinto de la Avenida Paseo de la Reforma 135, en la ciudad de México, y tres diputados federales distritales, más los que eventualmente pudiesen llegar como ajenos a la lista regional por quedar bien situados en la nómina para la tercera circunscripción nacional (aquí las cosas sí son del todo claras).También el hecho de que el 1 de diciembre concluirá el sexenio del presidente López tendrá implicaciones en las estrategias y políticas públicas locales, pues no solo la dinamización de la economía debida a la construcción del Tren Maya y obras relacionadas disminuirá considerablemente —es risible que los aduladores presuman que Quintana Roo es campeón en actividad industrial, cuando toda se debe a la construcción— hasta alcanzar su nivel real de empleo y derrama por su operación (subsidiada), sino que hasta no saber con plena certeza quién será la próxima presidenta —o el “próximo presidente”, diremos tan solo por cortesía de género… al revés— se podrá a empezar a dimensionar qué tanto menguará el apoyo de la federación al estado, incluso si es la correligionaria de Lezama, Claudia Sheinbaum Pardo, la ungida, pues aunque se han tomado muchas selfies y se les ha apreciado cercanas, “hasta no verte Jesús mío”, diría la escritora más encumbrada de la Cuarta Transformación, la gran Elena Poniatowska. Mientras las comisiones de la XVII Legislatura doméstica hacen como que analizan sesudamente el presupuesto de Mara, para lograr cambiar al fin, luego de “maratónicas” sesiones y desvelos a estricto régimen de pizza y Coca-Cola, la palabra “rojo” por “grana”, esperamos contar con el documento final para tratar de averiguar si la gobernadora nos está blindando en caso de un resultado indeseado en las elecciones —uno tan infausto cuan harto probable sería que el Morena y sus rémoras no obtuvieran mayoría calificada para ejecutar las reformas anheladas por López—, para, como si fuese el culmen de un ciclo económico, invertir para juego afrontar una inminente sima en proyectos productivos que no permitan que se caiga el PIB.

En 2023 el presupuesto fue de 41 mil 816 millones 634 mil 214 pesos; el año entrante será de 47 mil 352 millones 603 mil 524 pesos —esto es, un incremento de alrededor de 13.24 por ciento—. Lo importante será saber si, como en este ejercicio, en el próximo el gasto será bien ejercido, buscando sortear con su diseño las posibles turbulencias políticas y el casi seguro comienzo del declive de la economía artificialmente calentada por López Obrador, o el importante superávit servirá para algo distinto a crecer y mejorar la vida de los quintanarroenses. Por lo que hemos visto hasta ahora, creemos que sucederá lo primero.

Es hora de demostrar por qué Quintana Roo está situado en el primer lugar en el índice de transparencia entre las entidades federativas de la república.

A saber.

HOMÚNCULOS

Está visto: tendrá que esperar el presidente López a las elecciones generales para hacerse del poder absoluto en el país  —se resiste el Judicial a doblegarse—, a la ejecución de su “Plan C” electoral, que consiste en obtener a toda costa —ad literam— para su partido y adláteres la mayoría calificada para el siguiente gobierno, que da por sentado —no sin sólidos fundamentos estadísticos, pero tampoco con seguridad absoluta— que ganará su pupila Claudia Sheinbaum Pardo,  quien por más que intenten descalificarla sus opositores es una candidata competitiva merced a su gran capacidad, por más que adolezca del defecto de parecer, inevitablemente, la Emilio Portes Gil de Plutarco Elias Calles.

Obtener la tercera parte de los escaños en las cámaras legislativas, aun arrasando Sheinbaum, no parece fácil: la batalla entre el partido oficial y sucursales contra la oposición se centrará muy seguramente en impedir que eso suceda. Y eso explicaría el grave yerro de ignorar, menospreciar y prácticamente abandonar a la candidata Xóchitl Gálvez Ruiz: la gente común no vota por legisladores, sino por alcaldes, gobernadores y presidentes. Los diputados y senadores, diríamos, son un daño colateral.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación, pues, no se doblega ni amedrenta siquiera ante los furibundos embates del presidente, sus empleados y sus lacayos en el congreso: el miércoles “bateó” —cabeceó con gracia el portal Grupo Pirámide— un intento postrero por desmantelar la defensa de los ministros constitucionalistas, cuando “por falta de argumentos (…) desechó el impedimento solicitado por la Consejería Jurídica de la Presidencia de la República, para que el Ministro Javier Láinez Potisek no sea el ponente en la controversia constitucional contra la extinción de fideicomisos”.

No le alcanzaron al presidente los votos de sus empleadas, la ministra filibustera Yasmín Esquivel Mossa y Loreta Ortiz Alf; aun cuando su lacayo Arturo Zaldívar Lelo de Larrea estuviese presente, no el interés del Ejecutivo no podrá imponerse cuando vaya contra la norma que tutela el Tribunal Constitucional. Por ahora y casi hasta dentro de un año, no se va a poder, por más que López destile odio en su púlpito cotidiano en cobertura nacional.

No creemos que sea tan definitivo como lo aseguran la Cuarta Transformación y prácticamente todas las casas encuestadoras y los medios de comunicación, pero la preocupación no es la presidencia, sino la composición del próximo Poder Legistivo. Por eso el Plan ocupa todos los propósitos del Palacio Nacional.

 

GRILLOGRAMA

No dan su brazo a torcer…

Tendrá que esperar un rato

López, si asegurar quiere

Que su fantasía prospere:

¡Amarrar el maximato!

 

Información de Óscar González Ortiz

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